Ayer soñé con mi tío Héctor, que se fue de éste mundo hace un año aproximadamente. Había dejado de fumar, y estaba más saludable que última vez que lo vi. Se salvaba, el médico le había dado un ultimátum, lo escuchó y cambió sus hábitos más insalubres. Eso me dejó pensando en los infinitos caminos posibles que no tomamos, en lo que puede ser y lo que no, en base a nuestras pequeñas decisiones que ni notamos, que ni percibimos, que no somos ni remotamente consientes. Y sin embargo hay otras pequeñeces que no representan nada en nuestra vida y le damos el “escenario principal”, las convertimos en protagonistas absolutas. Un día nos despertamos sin saber cómo llegamos ahí y culpamos a la mala suerte, a la falta de opciones, pero en el fondo sabemos que esos rumbos posibles siempre estuvieron abiertos y fuimos únicamente nosotros quienes elegimos. No somos culpables, porque todo pasa por algo y algún camino hay que tomar e inevitablemente descartar los demás, y todos tienen su lado oscuro. No somos culpables pero sí responsables y conductores de nuestras rutas, que en algunos casos pudieron ser mejores, en otros peores, pero siempre nuestras, siempre genuinas, únicas. Acá estamos, porque acá llegamos a costa de nuestra identidad que no se equivoca, simplemente es.
CHA.MULTI